¿Mito o realidad?
La Oficina de Presupuesto del Congreso calcula que más de 20 millones de parejas casadas pagan más impuestos que si estuvieran solteras; a la vez, también estima que otros 25 millones de parejas reciben bonificaciones en virtud de su estado civil
Sabido es que el matrimonio es mucho más que una calificación burocrática sobre el estado civil de las personas. Resulta fácil -al menos en teoría- comprender que todo un complejo sistema de implicaciones emocionales, familiares, sociales y económicas se ponen en marcha tras el “Sí quiero”, haciendo que muchos aspectos cambien respecto a la precedente situación de individualidad. Lo que no es tan sencillo de asimilar es que sus efectos alcancen también a la situación tributaria de los esposos, o dicho en otras palabras, a que a iguales ingresos se reciba un diferente trato fiscal simplemente porque los contribuyentes estén casados.
“Yo no sé nada de leyes, pero sí sé que desde que mi esposa y yo nos casamos hace dos años nos devuelven bastante menos que si tomamos en cuenta la suma de las dos devoluciones cuando estábamos solteros”, se lamenta Fernando Correa, un empleado de banca casado con una asistente sanitaria.
Para ellos, como para muchos otros (en general los más afectados por la “penalización” son parejas con ingresos conjuntos en torno a los 60 mil dólares anuales), el matrimonio supone, de entrada, mayores responsabilidades tributarias. De hecho, en el año 2000 la deducción general para los solteros fue de 4,400 dólares, mientras que la conjunta para los casados era de 7,350. Esta diferencia de 1,450 dólares que existe entre 8,800 (4,400 x 2), y el importe de la deducción conjunta constituye el núcleo reivindicativo de quienes consideran que existe discriminación tributaria en relación con el estado civil.
“Virtualmente todas las parejas casadas pagan la ‘penalización por matrimonio’. O lo que es lo mismo, los casados pueden esperar reducir sus impuestos combinados divorciándose y pasando a tener un buen acuerdo económico y un reparto de propiedades”, afirman tajantemente Robert S. y Michael McIntyre, director de la asociación Ciudadanos para la Justicia Tributaria, y profesor de leyes en la Universidad Estatal de Wayne respectivamente, en su informe “Solucionando el problema de la ‘penalización por matrimonio'” (Fixing the ‘Marriage Penalty’ Problem).
Beneficios
En el otro lado estarían las posibles bonificaciones que la Oficina de Presupuestos del Congreso (CBO) alega que muchas parejas casadas pueden recibir. Las mismas tienen su origen en las exenciones personales que, si bien no tienen nada que ver con el estado civil, nunca pueden ser superiores al saldo a pagar. Dado que al presentar la declaración de impuestos conjuntamente dicho saldo puede ser más alto, ello puede suponer la deducción de la totalidad permitida, lo cual beneficia principalmente a parejas en las que sólo uno de los cónyuges trabaja.
Para bien o para mal, las diferencias basadas en el estado civil parecen injustas a casi todos. Sin embargo, el asunto es más complejo de lo que a primera vista pudiera parecer, pues el trato igualitario entre solteros y casados podría chocar con la progresividad del sistema.
Cuestión de principios
En cualquier caso, lo que no resulta tan obvio para todo contribuyente es que la pretendida igualdad entre solteros y casados puede chocar con otros principios en los que el sistema se apoya.
June O’Neill en su testimonio dado en 1998 ante el comité del Congreso conocido como Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara Baja, cuando ocupaba el puesto de director del CBO explicaba que la presunta penalización por matrimonio es el producto de una lucha entre tres principios de justicia tributaria
“La incompatibilidad entre el sistema progresivo, la igualdad de tratamiento entre parejas casadas y la neutralidad ante el estado civil de las personas, entra constantemente en tensión con el código de impuestos”, dijo O’Neill.
Y en efecto, por injusto que parezca que los casados paguen más (o sencillamente paguen una cantidad distinta a si estuvieran solteros), el principio de progresividad (aquél por el que las cantidades ganadas por encima de un mínimo tributan más) entra en conflicto con ello.
En la práctica ocurre que aunque existen dos tipos de bandas impositivas (una para solteros, otra para casados), las cantidades sujetas a las mismos no son proporcionales. Por ejemplo, mientras que los solteros pagan un 15% en impuestos por sus primeros 25,750 dólares de ingreso, los casados pagan el mismo porcentaje por sus primeros 43,050 dólares, cantidad que como puede verse no el doble de la anterior.
Ello significa que una persona soltera que gane los 25,750 dólares tributaría 3,863 dólares. Sin embargo, una pareja con ingresos conjuntos de 51,500 dólares (25,750 x 2) pagaría 8,824 dólares (6,458 resultantes del 15% sobre los primeros 43,050, y 2,366 por el resto que tributa ya al 28%).
“Básicamente, la filosofía que subyace en el modo en que está escrita la ley es que quien gana más paga más y como dos generalmente ganan más que uno es por eso que los casados pueden verse perjudicados con una banda impositiva más alta”, dice Chris Conley, portavoz del Servicio de Recaudación de Impuestos (IRS).
Sin embargo, bien puede argumentarse que a pesar de que sea verdad que entre dos se obtienen a menudo más ingresos, también es cierto que los gastos para dos personas son mayores.
“Sólo se puede decir que así son las cosas. De algún modo la ley debe entender que los gastos en una pareja no se multiplican por dos, o que entre ambos es más fácil enfrentarse a los costos de la subsistencia, pero ese tipo de interpretaciones va más allá de las competencias del IRS que se limitan a aplicar la ley tal como está escrita, quedando en manos del Congreso la modificación de la misma”, añade Conley.
Para algunos expertos, las desigualdades entre solteros y casados son sólo un fallo del sistema:
“Creo que no se trata de algo intencional, sino que los legisladores no se dieron cuenta de que en la práctica puede haber grandes diferencias basadas en el estado civil. Por ejemplo los desembolsos fiscales de una pareja casada con un hijo, y de otra de mismos ingresos también con un hijo que fiscalmente figure a cargo de uno de los padres, serán muy distintos y más favorables para el segundo modelo familiar”, comenta Reynaldo Arellano, contador público certificado y presidente de la Asociación Americana de Contadores Públicos Hispanos Certificados.
Ricos y pobres
Parece también que una vez más los ricos tienen más oportunidades de zafarse de los efectos de la llamada penalización debido a que las personas de altos ingresos optan a menudo por declaraciones detalladas, por las que pueden obtener en conjunto una deducción mayor que la genérica.
“A pesar de que el sistema de impuestos americano es teóricamente progresivo, muchas veces no resulta así en la práctica. Por ejemplo, si se analiza el porcentaje de impuestos que paga un contribuyente con ingresos de cien mil dólares y se compara con lo que paga otro con ingresos de 50 mil, se comprobará que en muchos casos el segundo paga proporcionalmente más que el mejor dotado económicamente”, explica Miguel Palma, un contador público certificado. Mick Velázquez, también contador público certificado y presidente de Velázquez and Associates, opina también que la declaración detallada es un buen modo de esquivar la desigualdad en la deducción general:
“La penalización por matrimonio es más bien un mito, porque cuando se alega se está asumiendo que la pareja no va a hacer declaración detallada, en cuyo caso no se vería afectada por la menor deducción genérica que tienen los casados”.
El experto cree también que todo buen preparador de declaraciones tributarias debería, como ejercicio, realizar para sus clientes casados tanto la declaración conjunta como la de los dos por separado y comparar los resultados:
“En algunos casos puede ser conveniente aconsejar que declaren por separado, algo que puede hacerse si tienen domicilios distintos”, añade.
Otra forma en la que los menos pudientes salen desfavorecidos con el matrimonio proviene de la forma de aplicar los llamados Créditos Tributarios a los Ingresos Obtenidos (EITC), un crédito de impuestos reembolsable para familias con hijos de ingresos bajos o moderados.
Como dicho crédito está estructurado en función a los ingresos, y decrece cuanto más altos sean éstos, a menudo las parejas casadas se ven notablemente perjudicadas, ya que los ingresos conjuntos entran en una categoría por la que obtienen menos crédito que la que obtendrían sumando la de los dos por separado.
“La mayor penalización por matrimonio proviene de los EITC, ya que se computa igual para padres solos que para parejas con niños. Como consecuencia de ello, en los peores casos las parejas en las que los dos tienen ingresos, tienen cuatro hijos y un ingreso conjunto de entre 20 mil y 35 mil dólares pueden enfrentarse a penalizaciones superiores a los cinco mil dólares por año”, explica Robert S. McIntyre.
Probablemente la mejor forma de que los casados sepan si está siendo “penalizados” o no sea tomarse la molestia de -como ejercicio- calcular los impuestos de las dos maneras, juntos y por separado. También es posible que ésa sea una buena recomendación para los que estén pensando en casarse, pues aunque quizá los tributos no son por sí mismos una consideración suficiente para influir sobre una decisión tan personal, tal vez algunos quieran echar cuentas antes de decidirse a un cambio. Después de todo, cuando se pronuncia el “Sí quiero” uno no está pensando en que se aplique a pagar más impuestos.
