La Biblia predijo que durante “los últimos días” las personas serían ‘amadoras de sí mismas’ (2 Timoteo 3:1, 2). En conformidad con esa profecía, el énfasis hoy día parece radicar en la veneración del “yo”. Por desgracia, muchas parejas consideran que dar de uno mismo sin garantía de ser correspondido es un signo de debilidad.
Sin embargo, en el seno de un matrimonio fuerte, ambos cónyuges manifiestan un espíritu de sacrificio. ¿Cómo puede lograrse esto?
En lugar de pensar demasiado en qué gana usted con esa relación, pregúntese: “¿Qué estoy haciendo yo a fin de fortalecer mi matrimonio?”. La Biblia dice que los cristianos no deberían “vigila[r] con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás” (Filipenses 2:4).
Al mismo tiempo que medita sobre este principio bíblico, analice lo que hizo esta semana. ¿Cuántas veces actuó bondadosamente con el único objeto de beneficiar a su cónyuge? Cuando este quiso hablar, ¿le prestó atención incluso si no tenía muchas ganas de hacerlo? ¿En cuántas actividades participó que interesaban más a su cónyuge que a usted? Cuando su cónyuge quiere hablar, ¿le presta usted atención?
Cuando reflexione en estas preguntas, no se preocupe por si sus buenas acciones pasan desapercibidas o no son recompensadas. “En la mayoría de las relaciones —explica una obra de consulta—, los buenos actos son correspondidos; así pues, esfuércese por animar a su cónyuge a ser altruista dándole el ejemplo.”
Tal demostración del espíritu de sacrificio fortalece su matrimonio porque transmite la idea de que usted lo valora y quiere mantenerlo.
