Identidad dentro de Islam
Cualquier persona cuya línea de nacimiento se conoce debe ser identificada por ella. Cada individuo tiene derecho a su verdadera identidad y en correspondencia tiene la obligación de identificarse por su verdadero linaje y cuantos le rodean están también obligados a ayudarle en este propósito.
El Islam establece una hermandad religiosa que anula todos los demás lazos incluidos los de sangre y los del matrimonio si entra en conflicto con ella. Esta hermandad tiene seguridad, permanencia y universalidad. No niega al individuo ni reemplaza su personalidad, cada uno es responsable de sus actos y debe autorrealizarse por medio de ellos: la individualidad no se puede reducir ni transferir. La protección de la verdadera identidad de la persona lo ejemplifica el caso de la mujer casada, pues aunque tiene una nueva identidad como esposa de…, conserva su antigua identidad lineal. No hay confusión o mezcla, ninguna absorbe a la otra. Cada cual implica deberes y obligaciones que persisten y se mantienen.
Con la insistencia en preservar la auténtica identidad lineal, el Islam quería también templar el orgullo de los poderosos con modestia e imbuirles el precepto coránico de que la nobleza genuina no es cuestión de linaje, sino de piedad y buenos actos. O sea, situar y diferenciar socialmente a cada uno por su linaje, pero evitar que se avergüence o enorgullezca en exceso, pues ante Dios sólo cuentan las buenas acciones y los logros espirituales.
Uniformidad religiosa
Por otro lado, la familia no presupone entre sus características una uniformidad religiosa. Los miembros de la familia poseen ciertos derechos y deberes recíprocos que se mantienen aunque las creencias religiosas de sus miembros sean diferentes. Y esto hace referencia a los fundamentos primarios de la familia, a los lazos de sangre y a la relación establecida mediante el matrimonio, tanto entre padres e hijos como entre marido y mujer.
El Islam intenta reforzar la estructura familiar sin insistir en la uniformidad religiosa ¿por qué? Muy sencillo, no hay compulsión en la religión, la verdad se hará evidente por sí misma. Tal declaración de libertad de creencia y de conciencia haría del Islam algo internamente inconsistente o en evidente contradicción si insistiera en la uniformidad religiosa. Paradójicamente tal posición se puede interpretar como debilidad o confianza, pero en ningún caso la religión aparece como hostil o incompatible con las lealtades familiares.
Además, sugiere también que la solidaridad familiar es crucial, pero no significa absorción de los miembros individuales por la colectividad. La personalidad precisa de cierto grado de libertad para desarrollarse en el seno de la colectividad, para que el individuo no se vea sofocado. Para evitar apatía, extrañamiento o autoritarismo hay que poner en marcha mecanismos de integración que permitan al grupo y al individuo coexistir e interactuar con beneficios mutuos. Para ello los miembros de la familia mantienen expectativas mutuas sin pretender controlar la conciencia individual, diferenciando entre fines intermedios y últimos, señalando los diferentes niveles de responsabilidad y lealtad. Puesto que en última instancia el individuo es responsable directamente ante Dios, nadie puede responder por él y el Islam insiste en que se oriente hacia un fin último más allá de lo inmediato y social, mostrándole cómo reconciliar sus convicciones privadas con sus requerimientos sociales. Las altas miras no justifican dejadez o descuido y falta de delicadeza con sus compañeros o parientes.
Además, sabe el Islam que la uniformidad religiosa es difícilmente alcanzable. Los hombres han de socializarse y acomodarse unos a los otros a pesar de sus diferencias y un camino efectivo hacia este fin se inicia en el hogar. Al calor de la experiencia familiar se cultivan algunos principios de las relaciones humanas.
De este modo el Islam concluye que uno pertenece a una familia y está ligado a ella por lazos de sangre o por un pacto matrimonial. No son condiciones suficientes, pero sí indispensables como premisas sobre las que se asientan las expectativas que mantienen en funcionamiento la estructura familiar. Así pues, el Islam sólo reconoce los lazos de sangre y/o matrimoniales. Y se subraya que los fundamentos de la familia deben sostenerse en cimientos sólidos capaces de proporcionar garantías de continuidad, seguridad e intimidad y de ser, en la medida de lo posible natural y gratificante. No hay relación que parezca más natural que la de la sangre.
El afán que el Islam muestra en proteger la familia no implica que una unidad familiar concreta no pueda deshacerse. Se preserva la institución, pero no es necesario mantener la estructura de un grupo familiar en particular, si los inconvenientes superan a los beneficios que se derivan de su mantenimiento.
Los derechos y obligaciones de la familia no son cuestiones estrictamente privadas, en términos generales se administran privadamente, pero si la situación se hace difícil de manejar, la sociedad, por medio de autoridades o individuos conscientes, debe tomar riendas en el asunto para hacer cumplir la ley y mantener la justicia y la armonía.
Tales derechos y obligaciones no vienen determinados sólo por los sentimientos de los miembros implicados ni se basan en las disposiciones y actitudes de las partes interesadas. Implican la identidad lineal y el mantenimiento, la sucesión y el afecto, la socialización de los jóvenes y la seguridad para los ancianos y el máximo esfuerzo para asegurar la continuidad de la familia y su bienestar.
No se promueve ningún tipo particular de organización familiar, sin embargo, parece que las familias extensas son las que con más frecuencia y facilidad se han adaptado tradicionalmente al medio musulmán.
