La nostalgia de quienes viven fuera de su país unió a la periodista Letizia Ortiz y al pintor cubano Waldo Saavedra, al menos así lo cuenta él.
A principios de 1996, la futura Reina de España trabajaba en Guadalajara para el diario mexicano Siglo XXI, que le encargó la cobertura de una exposición del pintor. La conexión fue inmediata y a partir de entonces se convirtieron en grandes amigos. Tanto, que Waldo Saavedra la llama cariñosa e insistentemente ‘Leti’, aunque deja bien claro que nunca fueron más allá. Después de aquel primer encuentro, a la vuelta del pintor de un viaje de trabajo en Buenos Aires, volvieron a verse. Aquella vez, Letizia Ortiz acudió a visitar otra muestra del artista y le pidió una entrevista.
Pero hay más.
Waldo Saavedra guarda en casa su anunciado homenaje a Goya. Se trata también de un lienzo de 1,40×1 metros en el que Letizia se convierte en la figura principal, de unos 80 centímetros. Desnuda de cintura para arriba -“no es ni una maja desnuda ni vestida”, dice-, el autor describe el cuadro subrayando que la pintura es hiperrealista y que la reproducción del rostro de Letizia Ortiz es fiel. Su figura, en el centro, aparece rodeada de un carrusel con los detalles de la ‘Tauromaquia’ de Goya y los ‘Caprichos’ del pintor de Fuendetodos al fondo. Además, está inspirado en un poema que el escritor cubano José Martí dedicó a ‘La bailarina española’. En el mes de mayo se verá en la Feria de Arte de Buenos Aires. De momento, ha recibido varias ofertas por él, todas ellas desde México. Nadie ha mostrado su interés por él en España y, por ahora, no quiere venderlo. “Desde un punto de vista platónico, me prendió mucho para trabajar con su imagen”, dice Saavedra cuando se le pregunta por la ‘repetición’ del rostro de Letizia en sus obras. “Leti no es sólo una chica guapa, tiene un carácter del carajo”, asegura mientras bromea diciendo que no sabe si el cuadro que cuelga en su casa es ahora más un homenaje a ‘Leti’ que a Goya. El pintor recibió el encargo del disco de Maná cuando Letizia Ortiz ya había vuelto a España, a finales del año 96. Waldo Saavedra se puso en contacto en varias ocasiones con el domicilio de la familia Ortiz en Madrid, donde habló con su madre, pero nunca le devolvió la llamada. Quería avisarle de que utilizaría toda la ‘materia prima’ que tenía -incluidas varias fotografías- para plasmar su imagen en el poster y después, en el cuadro.
Volvió a saber de ella a través de la prensa. En el mes de noviembre volvía a Guadalajara desde La Habana cuando leyó la noticia del compromiso del Príncipe Felipe en un periódico mexicano. Al principio ni siquiera cayó en que era su amiga. “No la reconocí -dice-; después me paré en la nota y dije, ¡pero si es Leti!”.
En uno de sus múltiples encuentros, el pintor le habló a la futura Reina de España de su idea de rendir homenaje a los artistas que más han influido en su obra y de emplear su imagen en ellos. A Letizia Ortiz “le pareció divertido” que su rostro sirviera para homenajear a Magrit, Goya o Picasso, entre otros. Letizia Ortiz fue musa de Waldo Saavedra en varias de sus obras. Además de utilizar su imagen en la ilustración de unos poemas, el rostro de Letizia Ortiz aparece en el disco ‘Sueños líquidos’ (Warner, 1997) de Maná. El cuadro que el pintor creó por encargo para este álbum fue incluído en el trabajo pero no como portada. Sus medidas originales son 1,40×1 metros y en el disco se utilizó como póster. En él, una joven aparece en el agua, desnuda y con un avión de papel en llamas.
Tras examinarlo con lupa, muchos aseguran que la joven de la imagen del poster del disco de Maná no se parece demasiado a Letizia Ortiz, aunque el estilo -una mujer delgada, de pelo largo, con flequillo- es el mismo. “En ese cuadro, Leti aparece como un elemento más, casi un detalle, no le doy tanta importancia como en el que tengo en casa, que es la figura principal”, asegura el artista.
Waldo Saavedra dejó de llamar a casa de la familia Ortiz, pero no se olvidó de ‘Leti’. No ha querido insistir para darle la enhorabuena por su compromiso porque cree que se sentirá agobiada. “Aunque está donde está, yo sigo siendo su amigo”, subraya. El guarda aún fotos de su amiga. Ella, una serigrafía que él le regaló antes de irse.
