Ya sea denominado barro, arcilla o fango, este es un material natural, sano y terapéutico para curar problemas de salud.
Las sesiones terapéuticas con el barro, al aire libre y de cuerpo entero, tienen un denominador común: Restablecer la normal actividad de los órganos vitales.
Antiguamente el barro era usado por los griegos, romanos, árabes y antiguos pueblos civilizados de Oriente. Todos ellos utilizaban el barro en el tratamiento de diversas enfermedades. Posteriormente cayó en el olvido, para volver a imponerse en la Medicina actual. Tal es así que en Alemania, Norteamérica, Suiza, Escandinavia, Australia y otros países, existen centros de salud de fangoterapia. Todos ellos poseen los adelantos modernos en los cuales se aplican los tratamientos con barro a nivel curativo.
Un gran poder curativo
Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que la arcilla posee propiedades curativas capaces de extraer del interior y exterior del organismo humano las impurezas que lo perjudican. El barro o arcilla puede proceder de zonas volcánicas, terrenos cercanos a manantiales de aguas minerales, de grutas, etc…
Su acción curativa depende de las sustancias radioactivas contenidas en las capas profundas de la tierra. No obstante, existen arcillas superficiales de buena calidad. Lo serán siempre y cuando estén libres de agentes contaminantes. Los pesticidas o abonos químicos invalidan la calidad de esa arcilla como agente curativo.
Propiedades del barro
El barro debido a sus poros tiene la propiedad de absorber. Además es desinfectante, por lo que es muy útil en la curación de heridas y contusiones. Tiene un gran poder curativo en llagas, heridas con pus, picaduras de avispa, etc. Es sabido que en países donde hay serpientes y escorpiones, se utiliza el barro con éxito en tales mordeduras o picadura, así como en mordiscos de perro rabioso.
Al aplicar el barro sobre la piel penetran en el cuerpo sustancias útiles y se eliminan toxinas, venenos y agentes perturbadores que pasan al barro. También es un eficaz antiinflamatorio. Actúa sobre los focos infecciosos profundos, eliminando productos de la infección, como es el caso del pus. Además estimula las funciones de la piel. Favorece la fijación y destrucción del ácido úrico a través de ella. Es por esta razón que es tan recomendable contra la gota.
Cataplasmas de barro
La arcilla, a nivel interno, actúa como agente purificador. En congestiones de riñones, hígado, estómago, vientre y demás órganos internos, las cataplasmas de barro tienen un efecto prodigioso. Lo mismo ocurre con los desarreglos digestivos con flatulencias, acidez, mal aliento, fiebres y afecciones de pulmones.
En general en las congestiones de órganos internos del cuerpo, el barro actúa de forma diferente que en las inflamaciones superficiales. Si en el exterior actúa el frío del barro, en el interior actúa su efecto calorífico. Cuanto más se calienta el barro aplicado sobre la piel, tanto más se extrae hacia fuera el calor interno que se combate.
Buen vitalizante
En heridas putrefactas la cataplasma de barro es cicatrizante y absorbente. Lo mismo ocurre con las quemaduras. Al colocarlas sobre el vientre, descongestionan el interior, además de activar la circulación sanguínea en la piel y extremidades, que se calientan. El sistema nervioso también se ve revitalizado y reforzado al andar descalzo sobre la tierra húmeda. En general el barro tiene efectos internos y externos sobre el cuerpo.
Pero no sólo cura sino que el barro también vitaliza. Dejando de lado sus efectos sobre disfunciones y heridas, también actúa sobre los tejidos enfermos. Los descongestiona, normalizando la circulación de la sangre en ellos y proporcionando a las células fuerzas que posee la tierra. Estas provienen de su carácter acumulador de energías magnéticas, eléctricas y solares. Es por eso que las heridas más descompuestas sanan rápidamente tratadas con barro y las contusiones se normalizan.
