Nunca me importó demasiado que vehículo iba a dejarme en la puerta de la iglesia cuando estaba ocupada haciendo los preparativos de mi boda.
No era un tema que me importara demasiado y además, nuestro presupuesto no era para nada abultado y sí o sí debíamos recurrir a un familiar que nos llevara a mi padre y a mí esa noche.
Tengo amigas a quienes tampoco les ha importado mucho y otras que han pensado con detalle en el coche de boda, de la llegada a la iglesia, el templo o el salón de la ceremonia. Bien, que no está mal pues ese momento marca el verdadero comienzo de todo y sí, también serán las primeras fotos de nuestro álbum de bodas.
Así que, las opciones que siempre se barajan son las siguientes:
Tenemos en primer lugar las clásicas limousines, coches grandes y cómodos para no apretujar el vestido. Algunas casas de renta les colocan un gran moño blanco, señal de que va una novia en él, y en algunos países la costumbre indica que hay que pedir un deseo cuando se ve un coche así. Es una de las opciones mas comunes.
Le siguen los coches clásicos, los coches antiguos que ya son protagonistas por sí solos. Si nuestra boda tiene cierto aire vintage o nuestro vestido es de época rentar un coche clásico es lo mejor. Un Rolls-Royce, un Ford de la década del ’30 o si nos animamos a jugar a ser divas de Hollywood bien podemos alquilar un coche de los años ’40.
Una opción más reciente y un poco rara son los coches de tranvía. Una opción urbana y original que sirve para trasladar a toda la troupe en las bodas que incluyen varias Damas de Honor, por ejemplo, o que puede llevar a toda la familia de recién casados al salón después de la ceremonia.
Y por último, si queremos algo de fantasía siempre nos queda el siempre amado carruaje. ¿Princesas por una noche? Entonces que el cuento incluya un carruaje con varios caballos pertrechados y nos sentiremos Lady Di o alguna de las jóvenes princesas europeas que se han casado los últimos años. Y vosotros, ¿cuál elegís?
