Poesías navideñas y cuentos de Navidad

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Nativisol

Ya hacía mucho, pero muchísimo tiempo que los días y las noches de Navidad, de antes de Navidad y de después de Navidad, eran tan nublados y oscuros como la sombra larga y seca, fría y negra del Altiplano. Allí vivían unos simpáticos hombrecitos con caras talladas por el viento y por la tierra, que le daban a su piel singularmente morena, una textura muy especial. 

¿Por qué el tiempo se portaba así? Los chicos no entendían las explicaciones de las madres, ni de las abuelas, ni de las tías, ni siquiera las de doña Dominga, que sabía cómo curar el mal de ojos y el empacho. Conocía muchos brebajes, pero ninguno curaba la tristeza de los niños. Las plantas del lugar, que habían convertido sus hojas en espinas, no podían adornarse con las estrellas de la noche -¡hace tanto tiempo que nadie veía ninguna!…; ni siquiera con el brillo de la luna, porque también estaba oculta tras espesas nubes grises. 

¿Qué hacer entonces? Una planta sin adornos no es un árbol de Navidad, es apenas un cactus de todos los días, sin su traje dominguero. La idea fue de don Zoilo, el compañero de doña Tomasa. 

-¿Y si le preguntamos a la Pachamama? 

No es fácil hablar con los dioses, pero en este cuento, como en todos los cuentos maravillosos, todo es posible, nadie lo discute. 

La Pachamama escuchó la pregunta, se puso a pensar, miró las nubes y volvió la vista hacia la tierra, hacia sus propios dominios. Allí, en un pozo hondo donde había guardado semillas, había una caja hecha con adobe, como el que se usa para construir los ranchos. La Pachamama la abrió despacio, despacito y de su interior, salieron tantos, tantísimos rayos de luz, que luego, por arte de magia incaica, se convirtieron en soles, en muchos, muchísimos soles, de ojos rasgados y amplia sonrisa.

Y, desde entonces, en ese lugar del Altiplano, todas las Navidades, las pocas plantas y los árboles de ramas retorcidas, se adornan con soles de caras anchas y melenas de rayos ondulados como llamas de fuego. 

Y los chicos, que son pobres pero muy buenos, como los ángeles en patitas de los cuentos de Gudiño Kieffer, esperan la Navidad, que allí es Nativisol, en puntillas, pretendiendo atrapar entre sus manos algún descuidado rayito de luz amarilla. 

Para el Sol de los días soleados este cuento de Navidad en el altiplano, poncho de colores, cielo despejado ha terminado.

Eve Bail

Para el día de San José

El que por patrono tiene al Esposo de María, de la más dulce alegría
es preciso que hoy se llene;
vuestro servidor pues viene con tan plausible ocasión lleno de satisfacción, y con afectos sinceros rendido y fino a ofreceros hoy su felicitación.

Mucho prometerse puede él tiene como Usted por Patrono a San José que tantas gracias concede. No hay miedo que jamás quede su intercesión desairada, y pues su fiesta es llegada, reciba mis parabienes, y le traiga muchos bienes esta fiesta bienhadada.

Del Esposo de María dechado de castidad, la santa festividad celebrad con alegría; por doquier dicha radia esta fiesta sin igual, mas si mi voto cordial escucha benigno Dios, la ventura sobre vos vendrá con modo especial.

Ya que hoy celebráis el día del Santo más venerado, el nunca bien ponderado fiel Esposo de María; fundado yo en su valía ya que es grande intercesor, la bienandanza mayor os auguro desde luego, si escucha propicio el ruego que le elevo con fervor.

De padre a Jesús sirvió y fue esposo de María el gran santo, cuyo día hoy felizmente lució; cómo pues podría yo no rebosar de contento, al ver que el gran valimiento que en el cielo José tiene, sin duda que hoy os previene felicidades sin cuento.

Del Esposo de María Santo entre santos portento, hoy con general contento se celebra el fausto día; mas desea el alma mía que ese gozo general, sea en usted tan real tan perfecto y tan patente, que lo envidie justamente el más dichoso mortal.

Para el día de San Juan

san-juanPues del santo Precursor el bello nombre tenéis, es justo que disfrutéis del regocijo mayor: cumple pues al tierno amor que os profesa el alma mía, que celebréis vuestro día con sumo placer y gozo, para lograr el reposo después en su compañía.

El que cual vos por Patrón tiene a San Pedro glorioso debe de estar muy gozoso con tan alta protección; en la divina mansión grandísima es su valía; yo por eso en este día a su valimiento apelo, para lograros del cielo bendiciones a porfía.

De Santiago glorioso la grata solemnidad, celebra la cristiandad con júbilo y alborozo; tan feliz y venturoso quiera Dios que usted la vea, y memorable le sea por su gozo sin igual, como con dicha cabal mi voluntad le desea.

Del milagrero orador, del defensor de la fe, del que siempre gloria fue de la casa del Señor, al de Padua hoy loor dice la Iglesia y sus Santos, él os logre bienes tantos del cielo, cual merecéis, y que hoy gozar empecéis de los divinos encantos.

Modelo de austeridad de la fe hermosa lumbrera, en quien la Iglesia venera, un dechado de piedad: rico blasón en verdad es tenerle por patrón, una usted a tal razón el tener su alma pura, que es el colmo de ventura que hoy le augura el corazón.

Puro y bello el sol radía, trinan gozosas las aves, y entre céfiros suaves resuena bella armonía; es que a la Virgen María hoy festeja el mundo entero, y en tal día, con fe espero, reciba usted bondadosa una protesta amistosa de mi cariño sincero.

Himnos de gloria le entona hoy todo el orbe a María, ya que en su amparo confía y sus grandezas pregona. Y pues que esta es su Patrona, y es tierna su devoción, en tan solemne ocasión le dispense la señora su protección bienhechora, será mi satisfacción.

A la pura tortolilla madre de todo consuelo que en lo más alto del cielo cual fúlgida estrella brilla; a María sin mancilla se le consagra este día, gozadle Señora mía con su patrocinio augusto, con placer y gozo justo con dicha, paz y alegría.

María ¡oh bello nombre! ¡Cuánto bien, cuánta ventura de la virgen siempre pura, esperar puede hoy el hombre! En tal día, no os asombre, que os augure dichas cien; que no puede menos, quien lleva el nombre de María, que gozar su fausto día con ventura e inmenso bien.

Poemilla Repentizado para Navidad

¡Un niño nos ha nacido!, dijo el ángel jubiloso. Es suave tierno y hermoso y Dios nos lo ha concedido.

Al filo de madrugada la humanidad en desgracia. En un instante de gracia, muy pronto quedó curada.

A esta galera, tan triste, tierno infante, tú visitas, y con tu amor depositas la salvación que nos viste.

Todo bondad, tu persona a Dios le tiene contento. Testifica tu lamento la humildad, que nos perdona. Con tu espíritu, divino, y tu carne, ser humano, nos traes tu vida de hermano como un soplo cristalino.

¡Oh!, Jesús : nació de madre, obediente, en Dios contento. Y en su mismo nacimiento portaba el perdón del Padre.

Gracias, demos al Señor por tanta misericordia. Nunca bastará la historia Para dar fe de su amor.

Rafael A. Marañon

belenSilencio de Palabra

¿Y ése es el hablar de Dios? Dicen que Él es la Palabra del Padre. Le miro y es Niño de un día. No habla: a lo más, sonríe y llora… Y es verdad: eres Palabra del Padre, que para hablarnos se ha quedado en Ti callada. ¿Y quién podría decirnos lo que tus silencios hablan?

Infante -el que no habla-, ¡y cuánto dice Dios en lo que Él calla! Nunca nos habló tan alto como cuando su voz baja para hacerse este infinito silencio de su Palabra callada en forma de Niño callada en la Forma blanca en la que mis labios ponen al Dios que en Belén callaba. ¿Y quién podrá hablar de Ti, si Tú para hablar te callas?

El cielo quiso decirte, y por suprema alabanza, calló el cielo media hora.

Toda la creación callada quedó al venir en la noche de sus reales moradas sobre silencios de Dios tu Omnipotente Palabra: Misterio del gran silencio fecundo en que te engendrara el Padre en los resplandores de aquella eterna mañana, en la mitad de la noche que nuestro día alumbraba, al corazón del silencio todas las cosas entraban.

¡Si alguna palabra hubiese que aquel silencio expresara!

Pero en Ti lo tengo todo, posesión de mi esperanza, ya que el Padre en tu silencio comprometió su Palabra.

Porque si Tú estás callado, callada llega a Ti mi alma, sin hacer ruido, hasta oír que, entre el rodar de tus lágrimas, en el cielo de la tuya se va hundiendo su mirada, en el mar de tu silencio el río de su palabra.

La palabra de un silencio se me quedó en Ti callada.

Ángel Martínez (jesuita español oriundo de Lodosa, Navarra; vivió casi toda su vida en Nicaragua)

Ofrenda a Jesús

Jesús Nazareno, Tú que los querías, Tú que los buscabas, Tú que defendías las blancas mañanas de sus alegrías, Tú que a tus hermanos siempre les decías: “Dejad a los niños que vengan a mí”, toma este florido rayito de luna, carne de mi carne, sin mancha ninguna, candorosamente dormido en su cuna:

Jesús Nazareno, te lo entrego a Ti.

Te pido que nunca la dejes perdida en las fragorosas aguas de la vida. Está por tu propia sangre redimida. Jesús Nazareno, te la doy dormida. Su corazoncito también está así.

¡Su madre ha querido que te la dé plena! Haz que sea dulce, haz que sea buena; haz que sea un rayo de luna serena sobre las angustias de nosotros dos.

Yo quiero que sea su fe la más viva, yo quiero que sepa mirar hacia arriba, con hambre de altura, de lumbre de Dios. Tómala así humilde, tómala así buena, tómala, Maestro, por ella y por mí.

Su madre ha querido que te la dé plena.

Haz que sea dulce, haz que sea buena; haz que sea un rayo de luna serena sobre las angustias de nosotros dos.

Yo quiero que sea su fe la más viva; yo quiero que sepa mirar hacia arriba con hambre de altura, de lumbre, de Dios.

Tómala, Maestro, tómala inocente, quiero que te rece fervorosamente y que en las mareas de su vida ardiente ame humildemente, ame dulcemente todas esas cosas que su padre amó, y Tú, Jesús, déjala esas lusiones, esas alboradas, esas devociones, esas alegrías, esas oraciones, esas inquietudes que he perdido yo. Señor Jesucristo, es mala la vida.

Señor Jesucristo, la fe está perdida; la esperanza, muerta, muerta la ilusión. Tú, Jesús, apártala de nuestros abrojos, y quema sus labios y alumbra sus ojos con el evangelio de tu corazón. Toma este florido rayito de luna, es rosa de sangre, sin mancha ninguna; Jesús Nazareno, tómala en la cuna, ella me ha pedido que te la dé así.

Es luz de nosotros, es luz de mi vida.

Tómala, Maestro, te la doy dormida, tómala, Maestro, por ella y por mí.

Daniel de la Vega (periodista y poeta modernista chileno)

Navidad IX Canción Final

Esta noche te tengo en mis brazos, Dios mío, y al estrechar tu cuerpo pequeño y desvalido, siento que la mirada de amor con que te miro no es de siervo a Señor, sino de padre a hijo.

Dios mío, Dios mío, hoy eres hijo mío. En el silencio inmenso de la noche, Dios mío, me pareces más débil y hasta más pequeñito; y en este desamparo te descubro tan mío que me quema tu sed y me hiela tu frío. Dios mío, Dios mío. Hoy eres hijo mío. Al pensar en los años que te esperan, Dios mío, con dos leños cruzados al final del camino, tengo miedo del tiempo y quiero interrumpirlo, con ansia de que seas eternamente niño.

Dios mío, Dios mío, hoy eres hijo mío. Y te pido que nunca me abandones, Dios mío; que renuncies a todo por quedarte conmigo; que te tenga en mis brazos como ahora, dormido, y que no te despiertes hasta el fin de los siglos. Dios mío, Dios mío, hoy eres hijo mío.

Francisco Luis Bernárdez (argentino y miembro del Movimiento de Vanguardia)

De un hijo a su Padre o Madre Oda

familia-catolicaAbajo Plácemes mil cariñoso Padre, dicha y ventura, solaz y alegría llueva del cielo en tan fausto día raudal de dicha y de santo placer: así lo pide hoy un pecho amoroso, son mis fervientes y tiernos anhelos, como un retorno de tantos desvelos como de un hijo su grato deber; y ya que grabados e impresos se quedan para siempre sus tiernos cuidados, en un pecho que tiene pesados los quilates de su tierno amor, quiera Dios atender a mi ruego y haya en mí como en vos aquel fuego que os dio luz, hermosura y calor. Mientras quedo rogando al Eterno que su vida y sus prósperos años se dilaten y no sienta los daños que derrama ese mundo de hiel, y cual cedro robusto y encina vea días y años sin cuento, ¡Dios escuche amoroso mi acento! ¡Dios atienda mi súplica fiel!

Con tierno cordial anhelo, cual deber es de buen hijo, votos fervientes dirijo porque feliz lo haga el cielo; llene el Señor de consuelo estos días señalados.

Y en pago de sus cuidados y su constante desvelo, otórgale hoy el cielo sus dones jamás menguados.

Del fondo del corazón que hoy palpita de alegría, os dirijo Madre mía tierna felicitación; en tan propicia ocasión lleno mi pecho de gozo pido a Dios con alborozo que por años mil gocéis cual por bondad merecéis de su santa protección.

Debiendo felicitaros por ser este vuestro día, poseer bienes querría con que poder obsequiaros; mas ya que no, por mostraros mi firme y constante anhelo, os ofrezco sin recelo mi rendido corazón, que os ama con efusión y pide por usted al cielo.

Mi buen Padre, soy un niño y mucho lo que yo ignoro, pero sé bien que os adoro, y os respeto con cariño. Aunque pues con desaliño y con mucha imperfección, os pido sólo atención por mi anhelo fervoroso, pues deseo venturoso gocéis de vuestro Patrón.

Mi gloria será infinita si son por vos aceptados estos rasgos mal trazados por mano tan pequeñita; a obtenerlo se limita toda mi tierna ambición, mientras que, con efusión deseo que vuestros días, gocéis lleno de alegrías y entera satisfacción.

Soy niña aún, Señor, mas aunque niña me veis todo el lleno conocéis de mi tiernecito amor; hacedme pues el favor de admitir la expresión mía, ya que es hoy el fausto día de vuestro excelso Patrón, que el cielo os dé bendición, la tierra paz y alegría.

Hoy por deber muy gustoso nuestro filial corazón esta felicitación rinde a usted Padre amoroso; mírela pues bondadoso, que al valer nuestro fervor descenderá del Señor, cediendo a nuestras porfías, felicidad en sus días, y más tarde, la mayor.

En día tan señalado de su celeste Patrón, admita tierna expresión del amor más acendrado que inflama el corazón.

Deseo de corazón celebre usted Madre mía llena de satisfacción y con gozo y alegría la fiesta de su Patrón.

En este día dichoso Padre mío os felicito. Mientras que respetuoso mis protestas os repito de hijo fiel y cariñoso.

De un Padre o Madre remitiendo con los días una fineza

Con la más tierna emoción puedes creer hijo mío, siendo tus días, te envío esta amorosa expresión; suma mi satisfacción 5 será si llego a saber que gozaste con placer tu tan estimada fiesta, y que mi tierna protesta ha llegado a tu poder.

De un nieto o nieta a su abuelo

En este día glorioso de vuestro Santo Patrón, recibid una expresión de un corazón amoroso; sed feliz, sed venturoso, mi tierno y amado abuelo, y benigno quiera el cielo que viváis por muchos años, para que a propios y extraños sirváis de grato consuelo.

De gratitud impulsado, y excitado por el celo, hoy intento caro Abuelo obsequiaros con agrado: ved señor, centuplicado por larga edad este día, gozando con alegría de vuestro Patrón la fiesta, para haceros manifiesta su ternura el alma mía.

Varios hijos a su Madre

Al Eterno, fervorosos rogamos Madre querida, que conserve vuestra vida y os dé días venturosos; ojalá que el cielo atienda nuestra plegaria ferviente, y que el Todo Omnipotente os mire a Vos con ternura para llenar de ventura vuestros días y el presente.

Un sobrino a su tío

Querido Tío y Señor: pues que hoy es su Patrón, le renuevo mi adhesión de sobrino y servidor. Será para mí un favor si admite mi ofrecimiento, mientras que con rendimiento ruego, a Dios muy bondadoso, que os conceda generoso, días felices sin cuento.

Medianoche Blanca y Roja

Es tu gorro muy distinto, elegante y singular, tiene la punta larga con una borla al final.

Tu bigote y tu barba son de excelente blancura y tus manos acarician a los niños con ternura.

Tu mirada está cubierta por cejas muy tupidas, protegen tus ojos negros que desde lejos todo miran.

Cada diciembre veinticuatro ansiosos, te suelen esperar, pasada la medianoche, chicos y grandes de todo lugar.

Rojo y blanco Papá Noel, eterno y legendario personaje que iluminas la medianoche con tu bolsa, tu risa, tu mensaje.

No te pierdas, no te olvides, que tus pasos al llegar alrededor de los árboles para cada Navidad logra en los hogares unir a todo el grupo familiar.

Medianoche blanca y roja, esperada de verdad, con ruidos, cristal de copas, que hacen música al brindar.

Stella Maris Arévalo

Noche de Diciembre

Noche como ésta, y contemplada a solas no la puede sufrir mi corazón: da un dolor de hermosura irresistible, un miedo profundísimo de Dios.

Ven a partir conmigo lo que siento, esto que abrumador desborda en mí: ven a hacerme finito lo infinito y a encarnar el angélico festín.

¡Mira ese cielo!… Es demasiado cielo para el ojo de insecto de un mortal; refléjame en tus ojos un fragmento que yo alcance a medir y a sondear.

Un cielo que responda a mi delirio sin hacerme sentir mi pequeñez; un cielo mío, que me esté mirando, y que tan sólo a mí mirando esté.

Esas estrellas…, ¡ay, brillan tan lejos! Con tus pupilas tráemelas aquí donde yo pueda en mi avidez tocarlas y aspirar su seráfico elixir.

Hay un silencio en esta imnensa noche que no es silencio; es místico disfraz de un concierto inmortal. Por escucharlo mudo como la muerte el orbe está. Déjame oírlo, enamorada mía, a través de tu ardiente corazón; sólo el amor transporta a nuestro mundo las notas de la música de Dios.

El es la clave de la ciencia eterna, la invisible cadena creatriz que une al hombre con Dios y con sus obras, y Adán a Cristo, y el principio al fin.

De aquel hervor de luz está manando el rocío del alma. Ebrio de amor y de delicia tiembla el firmamento; inunda el Creador la Creación.

¡Sí; el Creador!, cuya grandeza misma es la que nos impide verlo aquí; pero que, como atmósfera de gracia, se hace, entre tanto, por doquier sentir…

Déjame unir mis labios a tus labios, une a tu corazón mi corazón; doblemos nuestro ser para que alcance a recoger la bendición de Dios.

Todo, la gota como el orbe, cabe en su grandeza y su bondad. Tal vez pensó en nosotros cuando abrió esta noche, como a las turbas su palacio un rey. ¡Danza gloriosa de almas y de estrellas! ¡Banquete de inmortales! Y pues ya por su largueza en él nos encontramos, de amor y vida en el cenit fugaz.

ven a partir conmigo lo que siento, esto que abrumador desborda en mí; ven a hacerme finito lo infinito y a encarnar el angélico festín.

¿Qué perdió Adán perdiendo el paraíso, si ese azul firmamento le quedó y una mujer, compendio de Natura, donde saborear la obra de Dios?.

¡Tú y Dios me disputáis en este instante! Fúndanse nuestras almas, y en audaz rapto de adoración, volemos juntos de nuestro amor al santo manantial.

Te abrazaré, como a la tierra el cielo, en consorcio sagrado; oirás de mí lo que oídos mortales nunca oyeron, lo que habla el serafín al serafín. Y entonces esta angustia de hermosura, este miedo de Dios que al hombre da el sentirse tan cerca, tendrá un nombre, y eterno entre los dos: ¡felicidad!

Pieza maestra del romanticismo hispanoamericano, del colombiano Rafael Pombo

Retrato Sacro del Nacimiento del Señor

De cómo fue gozoso el Nacimiento de Dios Nuestro Señor ¡Morena por el sol de la alegría, mirada por la luz de la promesa, jardín donde la sangre vuela y pesa; inmaculada Tú, Virgen María!

¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía de tu paso sencillo, qué sorpresa de vuelo arrepentido y nieve ilesa, junta tus manos en el alba fría?

¿Qué viento turba el momento y lo conmueve?

Canta su gozo el alba desposada, calma su angustia el mar, antiguo y bueno. La Virgen, a mirarle no se atreve, y el vuelo de su voz arrodillada canta al Señor, que llora sobre el heno.

Venid, alba, venid; ved el lucero de miel, casi morena, que trasmana un rubor silencioso de milgrana en copa de granado placentero. La frente como sal en el estero, la mano amiga como luz cercana, y el labio en que despunta la mañana con sonrisa de almendro tempranero.

¡Venid, alba, venid; y el mundo sea heno que cobra resplandor y brío en su mirar de alondra transparente, aurora donde el cielo se recrea! ¡Aurora Tú, que fuiste como un río, y Dios puso la mano en la corriente!

De cómo estaba la luz, ensimismada en su creador, cuando los hombres le adoraron, el sueño como un pájaro crecía de luz a luz borrando la mirada; tranquila y por los ángeles llevada, la nieve entre las alas descendía.

El cielo deshojaba su alegría, mira la luz el niño, ensimismada, con la tímida sangre desatada del corazón, la Virgen sonreía.

Cuando ven los pastores su ventura, ya era un dosel el vuelo innumerable sobre el testuz del toro soñoliento; y perdieron sus ojos la hermosura, sintiendo, entre lo cierto y lo inefable, la luz del corazón sin movimiento.

Luis Rosales (español, uno de los grandes de la Generación del 36 y amigo íntimo de Federico García Lorca)
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