Poesías y poemas de amor III

Tabla de contenido

Guárdame

Guárdame en el interior de tu alma …
cúbreme de este frío
con tus alas lléname de luz con tus ojos de mar… abrázame hasta dejarme sin aire y así sabré que estoy viva…

Elizabeth Lueje, República Dominicana

Bien sabes tú

Bien sabes tú que hay alguien que se encarga de empozar los ríos y amargar los mares, alguien que punza y mezcla en los cantares el brillo horrible, el ¡ay! de una descarga. Así nos van las cosas… A la larga el amor se retira a los lugares donde el tiempo a la nada erige altares y la vida a la tuera más amarga. Sólo los vencedores del olvido, los que no besan nunca, los que callan entre puertas del llanto y de la muerte ellos tan sólo aguantan encendido su corazón, mientras que a mí me estallan las venas en relámpagos, sin verte.

Eladio Cabañero, España

Risueña como el cielo

Risueña como el cielo y, como el cielo, Dueña del sol, las nubes y la brisa; Delgada como el ala que, remisa, Traza la espira de su limpio vuelo. Orto y ocaso en mi puntual desvelo, Aroma que en la rosa se improvisa, Esbozo de la luz en la imprecisa Sombra que invade y ciñe el desconsuelo. Podrá pasar el flujo de los años Sobre el helado yermo de un martirio, Podrán cesar los grandes desengaños, Pero estarán latentes, cada hora, La firme certidumbre y el delirio De quererte mañana como ahora.

Eduardo Ritter Aislán, Panamá

Ella

Ella está hecha a semejanza de las cosas que amo. Se parece a la noche, o mejor: a una noche sin ausencias. Ella es exacta. Cuando la noche escurre, su cuerpo se humedece. Me permite trepar por mis temblores y agitar su nombre desde la oscuridad. Ella es irrepetible. Nació en las piedras donde empieza mi desorden.

Eduardo Langagne, México

Dos besos

En su puerta me dio anoche La mujer que adoro un beso, Y en la calle el hambre pude Calmar de un anciano ciego. Llegué a mi casa llorando, Concilió dichoso el sueño Y sentí sobre mi rostro El más dulce de los besos. Pensé que fuera mi amada Quien me acariciaba en sueños, Busqué su faz en la sombra Y vi… ¡la imagen del ciego!

Dina Posada, El Salvador

Amor

No sé. Sólo me llega, en el venero de tus ojos, la lóbrega noticia de Dios: sólo en tus labios, la caricia de un mundo en mies, de un celestial granero. ¿Eres limpio cristal, o ventisquero destructor? No, no sé… De esta delicia, yo sólo sé su cósmica avaricia, el sideral latir con que te quiero. Yo no sé si eres muerte o eres vida, si toco rosa en ti, si toco estrella, si llamo a Dios o a ti cuando te llamo. Junco en el agua o sorda piedra herida, sólo sé que la tarde es ancha y bella, sólo sé que soy hombre y que te amo.     

Dámaso Alonso, España

Dejando de amar

Ya no le digo te quiero a nadie, he perdido el sur del vestido y las costuras se abren, parezco una tela inflexionada, una rota lana. Me río de tanta lluvia, a veces el aliento es iracundo y lunático, la frescura y el atrevimiento se han hecho detritus, pondero por eso todo amor deshilachado, me aceito de madrugadas pasivas y al mirar por la ventana se va aquel dramatismo de antaño, aquella ira romántica que ponía un precio a la aventura.

Concha García, España

Nada Amor …

Sentada en el zacate con los pies hundidos en la tibieza de las aguas. Viendo caer las flores del malinche como gotas de sangre al suelo. Me quedé pensando… Nada en la vida es eterno, ni tu amor que rabalsó el tuétano de mis huesos, ni mi amor que arañando las mañanas arrancaba alaridos a tus sienes. Nada amor, nada, ni siquiera esta noche de desvelo.

Christian Santos, Nicaragua

No sé de qué vislumbres…

No sé de qué vislumbres de otra vida llegaste, cuando, arcana, a la noche de mi fervor viniste. Eras de otra costumbre más delicada y triste y al sólo adivinarte mi vuelo levantaste. Traías un enigma transmusical, y entraste mística, con la flor que al solitario abriste. y sin la voz, con sólo los ojos me dijiste el sueño del ensueño que en mi pecho adoraste. Hoy ni sé como fuese aquel modo divino que en mi callado anhelo de amor, hendió el camino donde jamás me supe y donde más me ignoro. Sé que estás. Te contemplo, estrella de mi abismo. y cuanto más me asombran las brumas de mí mismo en más profundidades recónditas te adoro.

Carlos Sabat Ercasty, Uruguay

Ritual amatorio

Sucede al vivir que en las noches las manos abren caminos, escriben ríos. Piel y piel tan solo y nada importa sino el rumor del corazón enloquecido somos el mar bajo el furor de las tormentas.

Carlos Oramas, Ecuador

Lluvía sin tí

En este lento atardecer más cerca de la noche que del día, qué más me da que llueva todavía o deje de llover. Sé que si hubiera sol en este día no sabría qué hacer, porque se fue a la ausencia mi alegría, porque te fuiste de mi lado ayer. Y por eso, qué importa que llueva todavía o deje de llover!

Carlos Hernández López, Cuba

Amor en poesía

Yo te compro una mirada y te pago con un beso. Si me das una palabra, puedo darte un par de versos. O quizás una cuarteta o un quinteto, vida mía, porque tu haces que me sienta tu poema cada día.

Carlos Danoz Fernández, España

Para ti

Para ti que me comprendes y me sabes apreciar que nunca me reprendes y me quieres ayudar. Para ti que no mientes y un consejo sabes dar me escuchas pacientemente y me tratas de animar. Oyes todas mis historias las de triunfos y derrotas te alegras en mis victorias y en mis penas me confortas. Ya seas familia o amigo ya seas sólo un conocido en mis oraciones te bendigo por apoyarme y haberme oído.

Elsa Septién, Cuba

Soneto

Al recuerdo, sin fin, de mi ventura, aun el alma vibrando se estremece como tiembla, de noche, allá en la altura, Sirio, que nace cuando ya oscurece. Y es que beber en tu mirada pura lágrimas de otros tiempos me parece, y creo sentir en tu vital blancura ese suave calor que crece y crece… Deja, deja que goce, amada mía, de aquel tiempo pasado en mi agonía; pues aunque mi cariño vive muerto, ahogada la ilusión, te sigo amando… ¡qué no hay cosa mejor que estar soñando si se sabe soñar y estar despierto!

Eduardo Villegas, España

La novia

La casita escondía, entre rosales, la humildad de su gracia acogedora; la aldea apenas palpitaba en la hora de las primeras nieblas matinales. Desparramando un vuelo de pardales, pasa la diligencia atronadora; mira a la casa el estudiante y llora su corazón, volando a los cristales. Ella le ha visto; entreabre la ventana, y una mirada azul en la mañana pone el jirón de su saludo tierno… Pasó hambre y frío en la ciudad distante, luchó, sufrió… ¡mas, para el estudiante, fué todo el orbe azul aquel invierno!

Eduardo Marquina, España

Puertos

Soy un navegante un somador en cada puerto dejo un amor. El mar me atrapa con su belleza su furia, su calma es parte de mi vida, en noches de luna clara, mi corazón se llena de nostalgias, recordando los amores, ilusiones, que voy dejando en cada puerto. Con los años llegué al puerto del amor, en el va a quedar mi corazón, fueron tus ojos verdes, como el verde mar, que me atrapó, y llenó de calma, amor, mi vida de navegante.

Dora Castellanos, Colombia

Otra vez el amor

Todo lo dulce y amargo brotó de un solo instante: tiempo y espacio sacrificados al día que llegaba entre cenizas. Visión, su luz para vivir. Cerrazón, su luz, para no saber vivir sino atada a las manos que escribieron la primera y la última palabra. Abarqué en la penumbra todas las primaveras, los soles, los diminutos puntos de fuego de todas las esquinas y los puertos; de todas las hogueras que llamean en la sombra que me cubre. ¡Todo el mar no bastó para dejar sin huella el breve trigo que dejó tu beso.

Demetrio Korsi, Panamá

Rompimiento

Te vi, te amé; tu imagen peregrina en mi alma se grabó. Me hiciste comprender que me querías, y aún más te quise yo. Y cuando, loco, con tu amor formaba halagüeña ilusión, me diste con la puerta en las narices. Pues ¡hija!, se acabó. Toma tu rizo, mándame mis cantares, y busca la ocasión en que pueda tus besos devolverte pues no los quiero yo.

Clemente Palma, Perú

Tú me gustas total

Tú me gustas total, entera y toda, no por el fuego de tu pelo húmedo, ni por tus senos de canela tibia, ni el pecado del ritmo de tu cadera. Tú me gustas total, entera y toda, no por tu boca tan intacta al beso, ni por las llamaradas de tu carne que se te está calcinando entre las venas. Tú me gustas total, entera y toda, no porque eres mía y no me perteneces, ni porque la envidia de los demás la siento como si se tratase de propia envidia. Tú me gustas total, entera y toda, no porque me la pase junto a ti bebiéndome tu aliento, ni rumiando los pedazos de amor que tú me tiras. Tú me gustas total, entera y toda, por ese olor a carne que tú tienes; olor de carne de mujer que es tuyo, porque nadie más huele así en la tierra. Tú me gustas total entera y toda, porque ese olor es tuyo y lo encontré para mí.

César Díaz Martínez, Venezuela

Ausente

Te presentí venir desde la ausencia, que no fue soledad ni lejanía. Era tanta esperanza tu presencia que, sin quererte, te llamaba mía. Torbellino de amor, mi adolescencia. Mi otoño, el huracán de travesía. Y siempre, en amorosa transparencia, nostalgia de este amor que no venía. Ahora estás. Y angustia de mi oído es la ansiada palabra que no dices y que ya el corazón ha recogido. Vuelvo hacia ti mi soledad sufriente, y ante tus ojos hondos y felices siento que estás, en mi presencia, ausente.

Carlos Pendez, Chile

Soneto de mis sueños

Te recuerdo, mujer, en la hora aquella en que te comparé con una rosa, aunque yo sé que fuiste más hermosa porque además de rosa fuiste estrella. Aún recuerdo tu cuerpo -casi nieve- que se entibió una noche de verano, cuando sentiste el roce de mi mano y me entregaste un sueño dulce y breve. Y se entristece el corazón huraño, que trata de olvidar juegos prohibidos, al sentirse pastor ante un rebaño —el rebaño de sueños ya vividos— que se me acerca para hacerme daño desde el fondo de todos los olvidos.

Carlos Fojo Hermida, Estados Unidos

Soy

Soy el perro manso que lame tu mano Y soy el león que te desgarra el pecho También soy el niño que te llama en vano y soy el fantasma que duerme en tu lecho. Soy la errante sombra que sigue tu vuelo. Soy todos aquellos que no reconoces. Soy el viento suave que te toca el pelo Y una voz lejana entre tantas voces. Soy mudo testigo, soy tu enredadera Soy la compañía de tu amargo llanto. Soy lumbre y soy leña de tu ardiente hoguera Soy aquel que esperas desde hace tanto. Soy lector ansioso de tu pensamiento buscando la frase que mi nombre invoca Y en tu biografía seré aquel momento en que un duende loco te besó en la boca…

Carlos Bugarin, Argentina
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