Jehová Dios valora la lealtad. De hecho, la Biblia dice: “Con alguien leal tú [Jehová] actuarás en lealtad” (2 Samuel 22:26). La lealtad a Dios entraña ser leales a la relación matrimonial que él instituyó (Génesis 2:24). La lealtad mutua hace que los cónyuges sientan que su unión es duradera. Se ven juntos cuando piensan en los meses, años y décadas que tienen por delante, y les resulta impensable la opción de no seguir casados. Todo ello aporta estabilidad a su relación.
Una esposa explica: “Aun cuando estoy muy enfadada con [mi marido] y muy molesta por lo que nos ocurre, no me preocupa que nuestro matrimonio vaya a romperse, sino el modo como vamos a resolver la situación. No me cabe ninguna duda de que vamos a reconciliarnos; solo que no veo la manera en ese preciso momento”.
Una parte esencial del compromiso que hemos contraído con nuestro cónyuge es ver esa unión como un vínculo duradero, perspectiva de la que, tristemente, carecen muchos matrimonios. En medio de acaloradas discusiones, uno de los cónyuges puede decirle al otro: “¡Te dejo!” o “¡Buscaré a alguien que me sepa valorar!”.
Es verdad que en la mayoría de las ocasiones el significado de esas palabras no es literal; aun así, la Biblia indica que la lengua puede estar “llena de veneno mortífero” (Santiago 3:8). Estas amenazas equivalen a decir: “Para mí, nuestro matrimonio no es un vínculo permanente. Puedo irme en cualquier momento”. Insinuar algo semejante resulta demoledor en un matrimonio.
Quienes asumen que el matrimonio es para siempre esperan permanecer junto a su cónyuge en los buenos y en los malos tiempos.
Esto tiene una ventaja añadida: les facilitará mucho a cada uno aceptar las debilidades y errores del otro, y continuar soportándose y perdonándose liberalmente (Colosenses 3:13). “En un buen matrimonio —indica cierto manual— hay sitio para los errores de ambos y para que, a pesar de ellos, el matrimonio se mantenga unido.”
El día de la boda, usted se comprometió, no con la institución del matrimonio, sino con una persona: su cónyuge. Este hecho debería afectar profundamente el modo como piensa y actúa ahora que está casado.
¿No concuerda con que debería continuar con su cónyuge no solo porque cree firmemente en la santidad del matrimonio, sino también porque ama a la persona con la que se casó?
