Hoy en día todos conocemos más de un caso de parejas que han fracasado como tales por uno u otro motivo. De hecho, se dice que más de la mitad de los matrimonios acaban en divorcio.
Los motivos pueden ser de lo más variado.
Culpamos a la presión que nos imponen nuestros trabajos, a la velocidad con que se quiere vivir el máximo de experiencias, a la poca paciencia o a la tendencia que se tiene a tirar la toalla ante el primer desacuerdo e incluso a la tentación que supone tener personas disponibles en nuestro entorno tengamos la edad que tengamos.
La carencia de valores, la falta de compromiso y el desconocimiento de que la convivencia nunca es un camino de rosas por mucho amor que haya, también son otros motivos.
Tampoco podemos olvidar algo realmente importante y es que la expectativa de vida del ser humano es cada vez mayor. Los años que vivimos de edad adulta se han alargado y además nuestra calidad de vida es mejor. Llegamos a edades que antes se hubieran considerado avanzadas en muy buena forma física y mental. En realidad es como si viviéramos dos vidas adultas en comparación con nuestros antecesores. Por eso lo normal hoy es probar y coquetear con varios candidatos antes de tomar la decisión de compartir nuestra vida con alguien y cuando lo hacemos y no estamos del todo satisfechos resulta que aún nos sentimos jóvenes y con fuerzas para volver a empezar.
Tardamos más en elegir y en decidirnos, eso es un hecho, por tanto sería de esperar que una vez seleccionamos a alguien y ese alguien a nosotros, estuviéramos tan experimentados y lo hiciéramos tan bien que la relación tuviera serias garantías de durar toda la vida. Pero las estadísticas de separaciones y parejas fugaces nos dicen todo lo contrario.
¿Qué sucede entonces?, ¿no sabemos elegir?, ¿no apostamos por el compromiso?.
Con todo este panorama de inestabilidad y rupturas de parejas podemos observar que tampoco todas ellas acaban en separación o divorcio. Y a su vez, dentro de este grupo de parejas estables no todas ellas tienen un funcionamiento satisfactorio. Hay algunas que aunque no se separen no sería disparatado que lo consideraran. Sufren continuamente discusiones, malos tratos verbales, distanciamiento, falta de respeto e incluso infidelidades mutuas.
Pero no todo va a ser negativo. Hay un porcentaje de esas parejas estables que sí tienen una convivencia envidiable y sí que se sienten bien juntos y viven una relación basada en el compromiso y la confianza.
No es que se trate de un camino de rosas. Son parejas conscientes de que el enamoramiento efervescente del principio no dura mucho y que saben sortear exitosamente las situaciones difíciles a las que se enfrentan juntos. Son lo que podríamos llamar parejas sanas. ¿Cuál es el secreto del mantenimiento y crecimiento de estas parejas?
Desde aquí voy a resumir cuáles son las características comunes de esas parejas consolidadas y estables después de haber entrevistado y valorado a sus miembros en entrevistas conjuntas y separadamente.
– Crean un vínculo de pareja entre los dos que se va fortaleciendo conforme pasa el tiempo y han sabido, de esta manera, transformar la pasión inicial en algo cada vez más sólido.
De todos es sabido que el enamoramiento pasional da paso a otro tipo de afecto que implica todo lo que rodea a la convivencia. Por eso es importante que además de pasión, paralelamente creemos vínculos con nuestra pareja que hagan que nos sintamos tanto apoyados como también capaces de dar soporte a la otra persona.
– Ante un problema externo o una situación de crisis interna reaccionan poniéndolo todo en común y aportando soluciones de mutuo acuerdo sin intentar quitarle importancia al tema. Juntos elaboran un plan que transforma la situación actual en otra más favorable para la pareja.
Se trata de algo parecido a lo que entenderíamos por formar un equipo. Para ello es imprescindible que haya una alta implicación en los intereses comunes a los dos miembros de la pareja.
– En el momento que establecen una relación de pareja, son conscientes que crean una nueva unidad que es independiente de sus familias de origen respectivas. Se trata de un nuevo núcleo familiar que no depende emocionalmente de otras personas en mayor medida que entre ellos mismos.
No significa eso que se deba renunciar a la relación cordial y saludable con los miembros de las respectivas familias, pero sí que consiste en tener unos objetivos y opiniones propios como pareja que no tienen por qué coincidir con los de nuestros padres o hermanos.
– La unidad de pareja que crean es, como ya he dicho, una entidad fuerte en sí misma y diferenciada de las suma de los dos individuos que la componen, pero a la vez respetando el espacio individual de cada uno de los integrantes. Son aquellas parejas que realizan actividades cada uno por su lado aunque luego tengan también un tiempo juntos para realizar otras en común. Tampoco tienen por qué compartir exactamente las mismas amistades manteniendo así su identidad individual.
Diríamos pues que crean una identidad como pareja pero eso no debe hacer que cada uno de ellos pierda la posibilidad de disfrutar de las actividades o aficiones que le agradan como individuo. Para ello los dos miembros deben gozar de un cierto grado de madurez mental.
– Disfrutan de unas relaciones sexuales satisfactorias y agradables mutuas. Después del período inicial en el que prima la atracción física y en el que resulta fluido mantener relaciones, esta parejas buscan formas para no caer en la rutina y así hacer de las relaciones un juego agradable y divertido.
Es habitual que estas parejas reserven por lo menos unas horas a la semana para estar solos el uno con el otro y compartirlas en la intimidad.
– Cuando son padres, saben desempeñar ese rol educando a los hijos según convienen los dos para evitar conflictos y establecer criterios sólidos. Los hijos son una parte importante de su vida pero no es el centro alrededor del cual gira toda su vida. Siguen siendo antes que nada una pareja y no pasan a ser solo un padre y una madre.
Las parejas que consiguen actuar de esta forma, sobreprotegen menos a sus hijos de forma que éstos asumen antes sus responsabilidades. Además, en cuanto los hijos dejan el hogar, la pareja tiene muchas más posibilidades de seguir creciendo y consolidándose aún más. El sostén de una pareja nunca debería recaer sobre sus hijos.
– Se cuidan y se apoyan el uno al otro ante cualquier situación grave o amenazante y los dos integrantes viven esa situación como natural y parte del compromiso que un día establecieron.
Este punto viene relacionado con el hecho de que el crecimiento de una pareja pasa necesariamente por momentos de crisis internas, de desacuerdos y también de situaciones exteriores graves que amenazan la continuidad de la misma. Si los integrantes de la pareja han asumido el compromiso con sus consecuencias, les será mucho más sencillo superar cualquier amenaza o situación que puedan vivir.
– Gozan de una comunicación cordial y abierta reservando cada día unos momentos para explicarse lo vivido en la jornada el uno al otro.
No dejan, en definitiva, que el ritmo de la vida diaria les vaya separando cada vez más. Con el fin de que sus vidas no se vayan separando, mantienen al otro miembro de la pareja al corriente de todo lo que les parece importante que deba conocer
– Cuidan su aspecto físico e intentan sentirse atractivos para sus parejas.
Uno de los factores que se valoran y que entran en juego cuando encontramos a la otra persona atractiva es sin duda el aspecto físico. Son parejas conscientes de que el aspecto físico es importante en una relación sea el tiempo que sea que lleven juntos y por ello no se descuidan e intentan que la otra persona siga encontrándole atractivo.
– Tienen una vida social con otras parejas a las que son afines en gustos, estilo de vida, hijos y aficiones.
Es decir, no se limitan a mantener cada cual sus amistades de toda la vida sino que también son capaces de establecer nuevos vínculos sociales con otras personas nuevas que se pueden considerar amigos de la pareja más que de uno de los miembros solamente.
